viernes, 31 de agosto de 2012

Kinshû (Kinshu, Tapiz de otoño) de Teru Miyamoto. 錦繍「宮本輝」


La novela que comento hoy supuso la puerta de acceso al que actualmente es uno mis escritores favoritos. Teru Miyamoto, con esa prosa fina, libre de artificios y tan genuinamente japonesa, es un autor de renombre en Japón, con una base muy sólida de fans, al que en castellano, por desgracia, se le conoce solamente por la novela que hoy nos ocupa: Kinshû, tapiz de otoño.

 Edición de bolsillo japonesa. Ed. Shinchôsha

Vamos al grano: la historia nos presenta a Yasuaki y Aki, una pareja divorciada que pasó por una traumática separación. El motivo: Yasuaki fue descubierto moribundo junto a su amante tras el intento de suicidio doble, del cual fue el único de los dos en salir con vida. La historia comienza cuando la antigua pareja vuelve a encontrarse casualmente después de muchos años en el monte Zaô (prefectura de Yamagata). Él, con una nueva y banal relación, y ella, casada de nuevo y con un hijo discapacitado, retoman el contacto por medio de cartas, forma con la que se nos presenta esta historia. Por motivos sociales, la separación del matrimonio se produjo bruscamente, sin que les diera tiempo a reflexionar ni a hablar sobre ello. Los protagonistas se separaron sin más explicaciones, de ahí que las cartas nos van explicando los acontecimientos pasados al mismo tiempo que lo va descubriendo el personaje de turno.

Esta novela epistolar alterna las cartas de ambos personajes, una forma de catarsis, de expiación personal y de búsqueda de la redención en el otro. Los protagonistas se sienten, cada uno a su modo, culpables por lo que ocurrió, por lo que buscan a través de las misivas la comprensión de su otra parte.

Edición española. Traducción de María Dolores Ábalos. Ed. Alfabia

Lo que más me gustó de la trama es el planteamiento que le da el autor: las cartas no buscan dar una solución, ni tan siquiera pretenden ser una disculpa. La correspondencia que se intercambian los protagonistas no es más que un medio, como podría haber sido otro, para sacar la pesadumbre acumulada durante años, para buscar una explicación al dolor y, a su vez, calmarlo a modo de confesión, a modo de diario personal.

Gracias a su ambiente otoñal y a que se desarrolla entre Kioto y Osaka, la historia está cubierta de una leve armonía zen, que impregna la obra de una singular melancolía. En otras obras de Miyamoto se puede comprobar que esta es una de las características de su narración, su toque distintivo, aunque sea en el presente libro donde esta nostalgia se expresa con más fuerza debido precisamente a que la trama necesita de ella.

Sin duda, esta novela fue mi gran descubrimiento del año pasado y me ha brindado la oportunidad de conocer a este irrepetible escritor. La sensación que tuve cuando terminé Kinshu, tapiz de otoño fue de optimista melancolía. Aunque se nos presenta una historia triste, la esperanza va resurgiendo con el desarrollo del argumento: hay vida más allá de la desgracia y, más que olvidarla, debemos aceptarla. Esas motas de optimismo que se dejan entrever en la historia la alejan de caer en una trama deprimente y excesivamente oscura.

Una novela que recuerda a las mejores de Yasunari Kawabata en su ambientación, pero con un estilo propio, sencillo y sobrio: pura expresión wabisabi.

No hay comentarios:

Publicar un comentario